Pablo Martínez, el primer surfista ciego del país


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El surf para ciegos da sus primeros pasos a nivel mundial y Argentina ya tiene un representante. Se trata del marplatense Pablo Martínez, de 27 años, que ya suma un año de experiencia en esta disciplina y se prepara para disputar la Copa del Mundo en Estados Unidos.

Pablo quedó ciego cuando tenía cinco años y siempre estuvo ligado al deporte: hizo natación, atletismo, torball, taekwondo, pesas y remo. Lo competitivo era la suyo y pudo lucirlo cuando encontró la disciplina justa para él.

«En abril de 2016 me enteré que se estaba haciendo una jornada de surf adaptado en Miramar. Se explicaba cómo asistir a una persona con discapacidad en el mar», le cuenta a Paradeportes. Allí, Pablo se encontró con Matías Lombroni, su primer entrenador.

Él fue quien le enseñó los pasos básicos y las posiciones sobre la tabla. «Lo hice tan natural que nos sorprendimos los dos. Matías me dijo: ‘A mí el surf me cambió la vida y a vos te puede hacer lo mismo’. Ahí me empecé a entusiasmar», recuerda.

A los pocos días ya estaba en el mar, sobre la tabla. «Estaba buscando algo nuevo, que me desafíe. Y lo encontré en el surf. La sensación de estar por primera vez parado en una tabla fue increíble», repasa Pablo.

Tiempo después se sumó al grupo Fernando Elichiribehety, quien ahora es su entrenador personal. Ambos buscaron más información sobre el tema y descubrieron que Pablo era el único surfista ciego del país. Recopilando material de lo que sucedía en otros países y haciendo prueba y error, fueron mejorando la técnica.

¿Cómo es el surf para ciegos? Al igual que en todo deporte para personas con discapacidad visual, el guía es fundamental. El entrenador ocupa ese rol: siempre cerca (nadando o surfeando a su lado), le da indicaciones verbales al atleta para ayudarlo a subirse a una ola. Está prohibido el contacto físico con el surfista o la tabla.

Antes de entrar al agua, el guía le cuenta al atleta las características de la playa: cómo entra la onda, hacia dónde se abre con más tendencia, de dónde viene el viento, si el tiempo de formación de la ola lo obliga a pararse rápido o le da tiempo a remar un poco más, y cualquier otro dato que ayude a formar una imagen del panorama.

Ya en el agua, la indicación es rápida. «Él calcula la distancia de la ola y hacemos una cuenta regresiva. Yo sé que en el ‘3’ tengo que empezar a remar, en el ‘2’ tengo que remar intensamente y en el ‘1’, pararme», explica Martínez.

Una vez que supo dominar el surf, y también en el medio de esa búsqueda de más información, Pablo y Fernando se encontraron con algo que no esperaban: en 2015 se había realizado el primer mundial para ciegos y en diciembre de 2016 iba a ser el segundo. Faltaban pocos meses pero ambos supieron que debían ir.

Así comenzó un largo camino hacia la primera competencia oficial. La Asociación de Surf Argentina (ASA) pagó su inscripción y no sólo tuvo su debut en un Mundial sino que hasta consiguió un sexto puesto entre ocho competidores. «Fue cumplir un sueño. Quise ir a un Mundial desde muy chico, lo intenté en distintos deportes y no pude. Con un equipo serio, logré hacerlo en el surf. La experiencia fue alucinante. Nos cruzamos gente de todos lados y compartimos experiencias. Nos llevamos mucho aprendizaje», asegura Pablo.

Ahora se viene la segunda oportunidad. Del 29 de noviembre al 3 de diciembre se realizará el 3° Mundial en La Jolla, San Diego, Estados Unidos. La competencia consiste en una batería de 20 minutos en los que cuatro atletas pueden surfear la cantidad de olas que quieran. Las dos mejores veces se eligen y se juzgan. Los dos primeros de cada grupo acceden a la batería final.

Pablo viajará con la idea de seguir creciendo pero también aspirando a más en cuanto a los resultados: «Sueño con estar en la final. Quiero meterme entre los primeros cuatro. La realidad marca que es muy difícil, pero también lo era que yo haga surf o que viaje a un Mundial. Y pude hacerlo».

A pesar de la competencia y las ganas de ganar medallas, Pablo también tiene otro gran objetivo con el surf para ciegos: hacerlo crecer en Argentina. «Quiero sumar a todos los que quieran hacer este deporte. Y a los que no, brindarles el mensaje de que encontramos una disciplina que nos gusta y se transformó en un estilo de vida. A mí me cambió la vida, quizás pueda cambiársela también a otra persona».